El ser humano es un organismo sumamente complejo, pues está conformado de varios aspectos, todos sumamente importantes en él; la mente, las emociones, la energía vital y el cuerpo se complementan y se integran para conformar el ser. La persona no puede evitar vivirse en cualquiera de estos aspectos, son inherentes a su experiencia, por lo tanto cada suceso tiene un impacto trascendental en cada uno de ellos.
Cuando nacemos, estamos libres e integrados, nuestra mente, cuerpo, emociones y energía vital están tan conectados que la sensación de hambre es avasallante, al igual que la sensación de placer. Al crecer vamos aprendiendo a disociarnos, creyendo que la manera más inteligente de vivir es omitiendo las emociones o las sensaciones corporales para evitar los juicios, el dolor, la vulnerabilidad, etc.
La Cultura nos enseña a mentir, a sonreír cuando estamos tristes, a callar cuando estamos enojados, a pensar cuando queremos golpear, a decir siempre que sí y ser amable con todos; el problema es que con este estilo de vida, aprendemos a “conectarnos” con la sociedad y a desconectarnos de nosotros mismos.
Cada fracaso nos va enseñando que la manera más simple de superarlo es evadirlo, y entonces comenzamos a atorar nuestras emociones y nuestros pensamientos en el cuerpo, vamos construyendo corazas para volvernos invulnerables, en lugar de plantarnos y enfrentar la amenaza.
El cuerpo no piensa, no juzga, no etiqueta; el cuerpo es y expresa sin pedir permiso. El cuerpo se enferma y duele, se deforma cuando los otros tres aspectos no están equilibrados, el cuerpo HABLA.
La Terapia Corporal Integrativa tiene como objetivo trabajar directamente con los bloqueos corporales: moviliza a través de posturas, masajes o ejercicios la energía vital que se acumula cuando no expresamos una emoción o sensación; al romperse el bloqueo emerge de inmediato el fondo del trauma y podemos verlo con claridad para así aceptarlo, amarlo y superarlo.
Este tipo de terapia tiene la particularidad de trabajar con aspectos que no habíamos vislumbrado en la mente, es decir, el cuerpo habla lo que el consultante calla o ignora.