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  • Foto del escritorCarolina Contreras

SER o NO SER

A menudo me sorprendo fantaseando con la muerte, abrazándola en un momento de paz infinita, dejar de sentir, dejar de pensar, dejar de sufrir… es una idea tentadora cuando no se tiene una razón para abrir los ojos (y la piel) a la vida.

El “NO SER” anestesia, entumece el cuerpo y el alma, absortos en el no ser, en la lucha por subsistir cargando una serie de capas protectoras, de creencias ajenas, de roles asumidos inconscientemente, negándonos a cada segundo nuestra naturaleza, solemos creer que estamos a salvo.

¿A salvo de qué? De la vida, o de la muerte… de encontrarme a mí misma en ese vulnerable estado de pureza. Entregarme a la vida, entregarme al sexo, entregarme a la locura supone perder el control, soltar la rienda, dejar de utilizar todas y cada una de las herramientas que desde corta edad aprendí a “manejar” para defenderme del profundo dolor del rechazo, de la mirada inquisidora de mis padres, del miedo de ser mala y quedarme en la soledad, a oscuras.

El miedo genera en el cuerpo, una parálisis, todos los músculos se tensan, las pupilas se dilatan, los órganos internos se aprietan y reducen, se tiene en general una sensación de malestar que al hacerse costumbre se vuelve imperceptible, parte de mí, y aprendo a caminar así, aprendo a moverme así, entumeciéndome a cada momento. Aprendo que así es seguro vivir y me aferro a esa aparente seguridad, a esa sensación de estar a salvo de mis memorias infantiles, que en mi mente, son una arraigada realidad inconsciente.

Después de un estilo de vida basado en el miedo, en la parestesia, acostumbrado a un carácter neurótico que aunque genere una sensación de apatía por la vida, es ya algo que conocemos, algo que manejamos, algo que nos ha servido todo este tiempo, aunque sea para sobrevivir; es lógico que el pensar un cambio genera parálisis, y una vez tomada la decisión es difícil y largo el camino que se debe recorrer para llegar a la autenticidad y desde ahí, vivir, plena y conscientemente, abierto al placer, y también al dolor, que se manifiesta de forma intensísima, pues tanta represión, tanto guardarlo ha generado podredumbre, y como en cualquier herida, duele sanarla.

Recuerdo de manera clara, cada situación que me llevó en algún momento a acorazarme, a alejarme de mi para convertirme en quien querían que fuera, recuerdo también el dolor, la vergüenza y el miedo que me daba dejar de ser aceptada por mi clan, recuerdo los innumerables secretos, los sueños, las fantasías que callaba por miedo a que si las decía dejarían de verme. Y más recuerdo el fatal golpe en mi persona, ese dolor intenso que me llevó a soltarme de mí, me sentí cerca de morir, y elegí dejar de ser para salvarme, aunque al no ser, me condenara a la muerte.

Hoy busco experiencias para recordarme la vida, para sentir de nuevo, para inhalar profundo y recordarme que sé vivir, que sé ser… y aunque esa niña pura e inocente, no volverá jamás, sé que en mi camino, mientras más capas tire, mientras más clara me vea, más me acercaré a la mujer auténtica que se atreve a vivir con todo y el miedo al dolor, con todo y el miedo al placer, con todo y el miedo a perder el control.

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