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  • Foto del escritorCarolina Contreras

El Teatro en MI (Arte para sanar)

En la vida, cada paso y cada encuentro suceden para mostrarnos algo de nosotros mismos.

Pudiera pensar en una conspiración cósmica, o en el juego burdo de un Dios que se alimenta de la energía humana, sin embargo prefiero pensar que es mi propia consciencia la que me encamina sin dudar a los eventos que me hacen crecer y desarrollarme como ser. Aproximadamente a los 13 años de vida, tuve mi primer acercamiento formal a las artes escénicas, el TEATRO. Puedo afirmar que es en este “lugar” donde más me acerco a mi autenticidad. El teatro ha sido en mi vida un canal de liberación, en principio un espacio donde puedo ser cualquiera permitiéndome ser YO. Indagar, hundirme en cada emoción, en cada capacidad, encontrar mis límites, descubrirme como nunca lo hubiera imaginado… y sin culpa.

Stanislavsky, mi primera base teórica en el mundo del teatro, consideró a la actuación como una creación, que se logra a través de un método que permite alcanzar estados emocionales auténticos. Actuar no es fingir, es vivir, reaccionar y accionar a un estímulo que seguramente se ha vivido en el pasado, responder de mil y una maneras diferentes, pero todas auténticas, reales, sentidas como la misma realidad. La técnica consistía en proponer una actuación orgánica, basada en la verdad escénica, una técnica que se alcanza a través del descubrimiento de las causas internas que originan el resultado final de la creación, hundirse hasta el fondo de la emoción para manifestarla en la piel, El actor no debe aparentar en el escenario, sino existir de verdad. El actor debe mantener una lucha constante contra las tensiones innecesarias que bloquean las apariciones de los estados emocionales. Su propuesta radica en desarrollar un poder de auto-observación (consciencia) y control permanente[1] (en el sentido de permitirse vivir la emoción).

El teatro llegó a mi vida en un momento álgido de contención, vivía por vivir, fingiendo que nada ocurría, creando una fachada a mi derredor en la que mi vida era perfecta, era una chica deprimida, que evitaba siempre el contacto con las personas, mis platicas eran evasivas, triviales, nadie sabía lo que ocurría en mí. Bastó una oportunidad, un ejercicio, para que todas la emociones contenidas en mi fluyeran, toda la rabia y el dolor, toda la desesperación comenzaron a fluir de mi ser como si se tratase de un agujero en la olla. Y desde ese momento se convirtió en mi espacio terapéutico, aquí he podido experimentar los niveles de mi ira, de mi tristeza, de mi fuerza, de mi euforia, he cambiado mil veces de máscara, he jugado con mi sensualidad, sobriedad, elocuencia, malestar y he generado herramientas para vivirme en mi mundo, sigo creyendo que me he vuelto un tanto cínica, aceptando que soy capaz de odiar, de disfrutar, de jugar conmigo, siendo creativa en el empleo de estas máscaras, sin embargo, ¿He sido yo?

Revisando el cómo, cuándo y con quién me muestro auténtica, me doy cuenta de que para mí es necesario confiar en las personas con las que decido mostrarme, soy meticulosa, cuidadosa, y sólo cuando estoy segura de que las personas pueden recibirme tal cual soy, entonces me muestro, me suelto y me comparto sin reservas… no sé si esté bien o mal, sólo sé que para mí en éste momento, funciona.


[1] Ar. “Konstantín Stanislavsky. El Control de la Emoción”. Rev. Escena 71. Por Florencia Paz.

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